jueves, 23 de julio de 2009

Un ejemplo de trabajo sin fin con una única finalidad: ayudar a los demás


Fotografía: Joel Martínez
Montse Fernández - Natalia Puga / Tánger.
Está sentada ante un delicioso vaso de té y rodeada de las pastas y dulces más deliciosos de la gastronomía marroquí, pero Rabea Bentahar no mueve ni un dedo hacia estos manjares. Como cada lunes y cada jueves del año, está de ayuno. Este control sobre sus propios instintos añade mayor serenidad a su mirada y mayor calma a un rostro que acumula incalculables horas de labores sociales sin notar el cansancio o la decepción porque un único deseo mueve el día a día de esta mujer marroquí: ayudar a los demás y “dar gracias por todo lo que tengo”. Un ejemplo más de solidaridad y voluntariado con el que uno tropieza por las calles de Tánger.

Está tan informada de las últimas novedades de la política de Irán como del fenómeno fan surgido tras la muerte de Michael Jackson, muestra la misma pasión al analizar la crisis económica mundial como el conflicto palestino-israelí, se manifiesta igualmente crítica hacia los más radicales del Islám como hacia las interpretaciones más liberales de su religión. Rabea Bentahar es una de esas personas que te marcan sin previo aviso, que te hacen reflexionar sobre lo divino y lo humano y ayudan a que tu mente se abra hacia nuevas visiones de una misma realidad. Cuando ya pensabas que habías conocido todas las formas posibles de vivir el Islám, el sinfín de modelos de familia de la cultura marroquí y todos los tipos de mujeres que pueblan las calles de Tánger, su aparición da otra vuelta de tuerca a la realidad. Bondad, reflexión y una generosidad interminable caracterizan a una mujer con un espíritu de trabajo desinteresado difícil de imaginar sin haberla conocido.

Ella ha optado por llevar la vestimenta tradicional y cubrir su cabello con un pañuelo, pero no muestra ni pizca de asombro al coincidir con correligionarias con el look más moderno. Ella es musulmana practicante y no se salta ni uno de los rezos diarios, pero a la hora de ayudar no se para a valorar creencias religiosas porque “tu ayudas a una persona porque lo necesita, no por quien es”. A través de su trabajo en la ONG “Ayuda y Socorro” canaliza su ayuda a los colectivos más desfavorecidos de Tánger y cada día da verdaderos ejemplos de altruismo.

Lleva viuda 37 de sus 69 años, pero sus ojos aún se llenan de lágrimas cuando habla de su marido. Quizás por ese amor incondicional, quizás por las dificultades que atravesó cuando se quedó sola con cinco hijos de entre seis meses y trece años, ha dedicado buena parte de sus esfuerzos a mejorar la situación de las viudas y huérfanos de su ciudad. Una iniciativa que comenzó con una reunión semanal de cinco amigas con ganas de ayudar a los demás se ha convertido en la actualidad en una ONG con quince personas contratadas que desde el año 1995 ya ha conseguido apadrinar a 2.800 niños huérfanos de padre. La organización se basa en la generosidad de personas de todo Marruecos e incluso del extranjero (con mucha colaboración de países como Siria y alguna de Francia o España) que responden a las fiestas convocadas entre dos y tres veces al año apadrinando a un niño al que aportan unos 300 dirhans al mes para que pueda seguir viviendo con su madre.

La educación es la clave

La iniciativa pretende garantizar uno de los pilares de la filosofía de vida que mantiene Rabea Bentahar, que la mujer tiene que criar a sus hijos para garantizar que se conviertan en ciudadanos responsables y, en su caso, en buenos exponentes de la religión musulmana. “La educación de los niños es lo más importante. A lo mejor no hemos sabido enseñar a los hijos a vivir el Islám. No les hemos dado el tiempo suficiente a nuestros hijos. La madre tendría que dárselo todo”, reflexiona en alusión a posibles desviaciones de la fe que profesa como los radicalismos o los no practicantes. Para garantizar que las viudas de Tánger no lleguen a tal situación, le ofrecen la ayuda de “Ayuda y Socorro”.

La ONG no sólo se centra en el apadrinamiento. Cuando los niños llegan a la edad escolar, les dan becas y ayudas al estudio y a las chicas les ofrecen cursos de seis meses de formación en actividades como la costura. Además, ayudan a los enfermos, recogen medicamentos, gestionan colaboraciones para realizar una operación quirúrgica, organizan campañas de donación de sangre y gestionan un centro en el que estudian 35 niños sordomudos. En la actualidad están trabajando en la posibilidad de aportar un sueldo a las viudas para que tengas más posibilidades de quedarse en casa a cuidar de los pequeños, en la creación de un internado para universitarios y en la creación de un nuevo centro de formación.

Sin embargo, la labor solidaria de Rabea no se limita a estas iniciativas, va más allá y colabora en todo cuanto proyecto ve útil para ayudar a los demás, desde la campaña de recogida de fondos para el pueblo palestino a repartir mantas. Junto a sus compañeras, recientemente logró equipar con gafas y material de óptica a medio centenar de alumnos de un colegio con muchas dificultades de visión y su encomiable labor despierta la bondad de personas con recursos, como un ciudadano anónimo al que únicamente conoce una persona de la asociación y que abona los salarios de todos los trabajadores de la misma o un tangerino que les regaló dos edificios de apartamentos en los que varias familias desfavorecidas logran llevar una vida digna.

¿Su secreto? “En una asociación siempre hay que tener mucha paciencia, siempre mirar hacia delante, siempre estar bien con todo el mundo y muchas horas de trabajo” y seguir un precepto que Rabea Bentahar considera clave en un ser humano: “lo que ganas tienes que repartirlo en tres partes, una para comerla, una para ahorrarla y una para darla”.

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