jueves, 16 de julio de 2009

No todos quieren cruzar

Montse Fernández - Natalia Puga / Tánger. Cerrar la puerta a los victimismos y luchar por abrir paso a una vida digna y a un Marruecos mejorado en la que hombre y mujer tengan una posición paralela en la sociedad. Esta es la actitud ante la vida que abanderan Najat y Fatima, dos trabajadoras de las fábricas del textil que invaden las afueras de Tánger, y que se afanan por sacar adelante a sus hijos de corta edad sin una presencia masculina a su lado. Najat por la ausencia injustificada de su segundo marido y Fatima por la coyuntura de tener al suyo buscando oportunidades en España, pero su realidad actual es que se encuentran solas y se ven obligadas a dejar a los niños con sus madres y hermanas al tener un horario incompatible para poder cuidarles y darles una educación adecuada.
















Fotografía: Joel Martínez

A pesar de que sus situaciones personales a veces les hacen llorar, y de que no renuncian a reivindicar mayores salarios y mejores condiciones laborales (tan sólo disponen de cinco minutos para ir al servicio y no pueden hablar entre ellas durante la jornada laboral), ambas mujeres se muestran contentas de poder conservar su trabajo, sobre todo en estos tiempos que corren, en los que la crisis económica mundial también se ha cebado con Marruecos, principalmente, con el sector de la construcción. Los 1.8000 o 2.000 dirhans (170 o 190 euros) al mes que reciben por una media de entre ocho y diez horas diarias de trabajo apenas les alcanzan para algo más que pagar el alquiler, comer y criar a sus hijos, pero para ellas la parte económica no es lo más importante en la vida. Con una permanente sonrisa en la boca nos demuestran que son felices con poco y que lo material no juega un papel tan relevante.

Sentadas ante un vaso de elegante servido por Najat, y compartiendo mesa con su incansable y exigente profesora de español, Amina Bentahar, estas jóvenes trabajadoras dejan muy claro desde el primer momento que no todo el mundo quiere cruzar el Estrecho para buscar un porvenir mejor en España. Valoran mucho más la serenidad de la vida en Marruecos que el estresante ritmo vital que llevarían en nuestro país. La situación de su compañero de aula y merienda Hassan es diferente. Por su condición de hombre, tiene mayores oportunidades para crecer personal y profesionalmente en su país, ha decidido vivir reproduciendo el modelo de familia tradicional marroquí y deja entrever pequeños atisvos de machismo, pero tampoco apuesta por el salto.

Sienten curiosidad por conocer lo más detalladamente posible la situación del trabajador en España, pero el intercambio de información deja quizá más sorpresa en el lado español de la mesa al descubrir que han conseguido beneficios laborales que a primera vista podrían parecer inimaginables. En el mismo lugar de trabajo en el que no pueden ni hablar ni moverse con libertad, nos quedamos asombradas cuando nos cuentan que ya han dado pasos tan importantes como la baja por maternidad o el derecho hace pocos años impensable a tener una baja por enfermedad.

La lengua, un camino hacia el progreso
En una improvisada clase de español en casa de su profesora, explican las motivaciones que les han llevado a aprender nuestra lengua. Hassan porque lo necesita para comunicarse con su jefe español, Najat porque le encanta todo lo que tiene que ver con la cultura de nuestro país y Fatima para cuando los visados le permitan reencontrarse con su marido en Toledo. Y todos partiendo del convencimiento de que conocer otro idioma abre muchas puertas profesionalmente.

Los tres coinciden en que Marruecos necesita caminar hacia una sociedad más igualitaria, en la que el hombre y la mujer tengan los mismos derechos, pero, a la par, consideran que modernidad y tradición pueden llegar a compenetrarse sin que una relegue a la otra. Una vez más, nos encontramos en la eterna contradicción del pueblo marroquí.

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