domingo, 19 de julio de 2009

“No necesito ninguna de las cosas materiales que he dejado en España”


Fotografías: Joel Martínez
Montse Fernández - Natalia Puga / Tánger.
En uno de los barrios más humildes de las afueras de Tánger, en una casa a la que se accede a través de estrechas y serpenteantes callejuelas, compartiendo con media docena de hermanos el único piso de la vivienda que está construido. Allí vive Souad Eraissouni de veinte años y desde hace una semana Ana Rodríguez, una de las voluntarias de Amarante. Apenas un año de edad separa a ambas jóvenes, pero llevan vidas totalmente diferentes y el abismo del idioma dificulta su comunicación. A pesar de ello, han aprendido a entenderse y la relación que se ha establecido entre ellas es el paradigma del vínculo que desde hace tres años mantienen la asociación gallega Amarante y la tangerina Attawassoul a través del programa Xanela Aberta ao Sur: una alianza que persigue un intercambio de experiencias Norte-Sur que enriquezca la visión del mundo de jóvenes de ambas orillas del Estrecho.

Desde que conoce a Ana, Souad ha dado un pequeño paso para cruzar el abismo que separa ambas culturas: se ha abierto a su nueva compañera y está aprendiendo de ella a comportarse como es en realidad y no como establecen los cánones en los que ha sido educada. Para Ana, el avance ha sido mucho más drástico: ha descubierto la alegría de la mujer marroquí a pesar de las dificultades que pueden atravesar chicas como Souad, “algo de lo que deberíamos aprender en España”, se ha empapado de la calma que marca su biorritmo frente “a los agobios con los que vivimos allí” y se ha dado cuenta de que “podría vivir sin todas las cosas materiales”, de las que carece el círculo familiar y de amistades de su nueva amiga, afirmando que no echa de menos “nada de lo que tengo en España”.

Ana “podría vivir sin ordenadores, sin teléfono, sin todo eso que tenemos allí” y “podría estar mucho mejor”. Eso sí, reconoce que con respecto a su vida en España “echo de menos tener las cosas más organizadas” frente al caos y los imprevistos que marcan su vida desde que llegó a Tánger hace siete días y, en ocasiones, “poder escuchar un poco de mi música”, aunque, eso sí, hay muchas noches en las que la música se convierte en la protagonista central de la vida familiar, ritmos árabes, “claro está”.

En noches como la del sábado, en las que nada más entrar en el salón de casa y descalzarse al pie de la alfombra, Souad enciende el radiocassette y la saca a bailar, Ana se siente especialmente arropada pues “aunque bailo mal y no me muevo como ellas, a ella le gusta que lo haga y está siempre muy pendiente de mi”. “Me hacen sentir muy bien”, asegura en alusión al entrañable momento que vivió en casa de Souad rodeada de un grupo de amigas y hermanas y todas unidas con la música como elemento integrador.

También hay momentos en los que a Ana la experiencia se le hace larga y extraña un poco de intimidad y tranquilidad en la maraña de actividades que sus anfitriones organizan para ella a diario no le vendría mal, pero enseguida olvida cualquier sombra de agobio cuando cae en la cuenta de lo enriquecedor que está resultando el viaje. No sólo ha cambiado su opinión hacia la mujer marroquí, de la que día a día va aprendiendo que “tienen muchas ganas de romper, energía, están motivadas para conseguir algo y tiene la seguridad de que van a conocer algo mejor”, también ha confirmado que se cumplen las expectativas que tenía depositadas en el Xanela Aberta ao Sur: “es una forma de ver cómo viven aquí, ver el día a día dentro una familia de Marruecos”. “Merece la pena venir para conocer una cultura diferente y ver que a pesar de las dificultades son felices, que la gente vive unida. Me alucina que las mujeres sean así de vidas”, reflexiona con un delicioso bollo con mermelada ante sus ojos y en un ambiente en el que se mezclan un ruido de conversaciones y música.

La admiración que Ana empieza a sentir hacia la sociedad marroquí en cuanto a su filosofía de vida le genera también sentimientos de indignación a medida que conoce las limitaciones sociales con las que se enfrenta su nueva amiga (“en la calle no puede demostrar como es en realidad”) o detalles de las condiciones laborales de Souad como la falta de una asistencia sanitaria en condiciones a pesar de que le retienen cada mes un porcentaje de su nómina para este fin “¡Y cuando va al médico tiene que llevar los medicamentos!”, exclama indignada.

“Laboralmente me da bastante rabia que tenga tan pocas horas para disfrutar del tiempo libre y que después tengan tantas dificultades, como que no tenga paro, que si no solicita la pensión no recibe ningún dinero”, comenta con irritación, pero la deja al margen cuando concluye que “somos iguales aunque yo esté en España y ella aquí, pero por culpa de la religión…”.

1 comentario:

  1. buenas fotos joel ,gran trabajo ,para un lugar tan complicado como tanger,enEL que casi todas las fotos son en interiores poco agradecidos ,y queNo expresan normalmente lo que buscas.,.Me encanta esta ultima ,que abstraccion con sentido.conformasteis un buen equipo por lo que puedo intuir.Gracias por vuestro esfuerzo, siento no haberos seguido dia a dia.
    cuestiones laborales.Espero esteis engancha dos ya, a este tren ,y esperando la siguiente estacion. un abrazo compañeros.

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